martes, 5 de marzo de 2013

AUTOBIOGRAFÍA


El día 10 de julio de 1994 vine al mundo y mis padres decidieron darme el nombre de Irene. Junto a mis dos hermanos mayores y en un pueblo de la Sierra de Madrid, Guadarrama, mis padres me educaron bajo los valores de solidaridad, empatía y disciplina.
Estudié en un colegio de monjas, La Inmaculada, hasta terminar la E.S.O. Pasé allí los mejores años de mi infancia. Es un colegio pequeño y familiar donde podías recibir un trato más personal que en cualquier otro. Recuerdo esos años con alegría, cada profesor tenía sus peculiaridades y aún sonrío al pensar en sus clases y los buenos momentos allí vividos. Llevé todos los cursos bien sin repetir ningún año, más o menos responsable conseguí sacarme el graduado. Una etapa de mi vida había terminado. Al no haber bachillerato en este colegio seguí el paso de mis hermanos y me cambié a un instituto público. Todo era distinto, se acabó el trato personal, la familiaridad y el interés por el alumno. Esto me ayudó a madurar a darme cuenta que en la vida somos pequeños y que hay que hacerse grandes a pesar de los obstáculos. No tengo un buen recuerdo de los profesores, yo sentía que su mayor interés no era transmitir conocimiento a los alumnos sino dar el temario sin más y sin recibir motivación alguna. Quizá me acostumbré a ese trato más cercano que recibí en el colegio, pero sabía que tenía que ser así porque más tarde iría a la universidad y siempre se dice que allí  ¨serás solo un número¨. Sin embargo al llegar a la universidad me alegró descubrir que existe un esfuerzo por cambiar la educación y fomentar esa motivación a los alumnos, por transmitir las ganas de aprender y conocer y demostrar que la educación no es solo aprenderse el temario para plasmarlo en un examen sin más. Creo que formarse y aprender es algo fundamental, no solo para conseguir un buen trabajo sino también para crecer como personas.
Además de los estudios, los viajes también nos ayudan a enriquecernos como personas. Sin duda yo destaco en mi vida el viaje que hice a Roma con toda mi familia en Navidad.
Los momentos de mayor satisfacción en mi vida están relacionados con el deporte que he practicado durante ocho años, la gimnasia rítmica. Salir al tapiz con tus compañeras y demostrar en un minuto y medio el esfuerzo realizado durante todo un año y obtener recompensa, no solo las medallas sino el reconocimiento de entrenadoras, amigos y familiares, son algunos de los momentos más alegres de mi vida.

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