El día 10 de julio de 1994 vine al mundo y mis padres
decidieron darme el nombre de Irene. Junto a mis dos hermanos mayores y en un
pueblo de la Sierra de Madrid, Guadarrama, mis padres me educaron bajo los
valores de solidaridad, empatía y disciplina.
Estudié en un colegio de monjas, La Inmaculada, hasta
terminar la E.S.O. Pasé allí los mejores años de mi infancia. Es un colegio
pequeño y familiar donde podías recibir un trato más personal que en cualquier
otro. Recuerdo esos años con alegría, cada profesor tenía sus peculiaridades y
aún sonrío al pensar en sus clases y los buenos momentos allí vividos. Llevé
todos los cursos bien sin repetir ningún año, más o menos responsable conseguí
sacarme el graduado. Una etapa de mi vida había terminado. Al no haber
bachillerato en este colegio seguí el paso de mis hermanos y me cambié a un
instituto público. Todo era distinto, se acabó el trato personal, la
familiaridad y el interés por el alumno. Esto me ayudó a madurar a darme cuenta
que en la vida somos pequeños y que hay que hacerse grandes a pesar de los
obstáculos. No tengo un buen recuerdo de los profesores, yo sentía que su mayor
interés no era transmitir conocimiento a los alumnos sino dar el temario sin
más y sin recibir motivación alguna. Quizá me acostumbré a ese trato más
cercano que recibí en el colegio, pero sabía que tenía que ser así porque más
tarde iría a la universidad y siempre se dice que allí ¨serás solo un número¨. Sin embargo al llegar
a la universidad me alegró descubrir que existe un esfuerzo por cambiar la
educación y fomentar esa motivación a los alumnos, por transmitir las ganas de
aprender y conocer y demostrar que la educación no es solo aprenderse el
temario para plasmarlo en un examen sin más. Creo que formarse y aprender es
algo fundamental, no solo para conseguir un buen trabajo sino también para
crecer como personas.
Además de los estudios, los viajes también nos ayudan a
enriquecernos como personas. Sin duda yo destaco en mi vida el viaje que hice a
Roma con toda mi familia en Navidad.
Los momentos de mayor satisfacción en mi vida están
relacionados con el deporte que he practicado durante ocho años, la gimnasia
rítmica. Salir al tapiz con tus compañeras y demostrar en un minuto y medio el
esfuerzo realizado durante todo un año y obtener recompensa, no solo las
medallas sino el reconocimiento de entrenadoras, amigos y familiares, son
algunos de los momentos más alegres de mi vida.
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